Del analógico al digital: Reflexiones de una realizadora senior

Cuando decimos que en Con 5 Sentidos tenemos 25 años de experiencia, ya damos a entender que algunos de sus integrantes pertenecemos a esa generación que vivió la transición del mundo analógico al digital y nos tuvimos “que poner las pilas” a marchas forzadas para no convertirnos en obsoletas piezas de museo.

La transición del analógico al digital

De grabar en Betacam SP y editar en el Abekas con magnetoscopios Betacam o U-Matic HB, pasamos a grabar en tarjetas de memoria, editar en PC o Mac, recibir locuciones, diseños gráficos o temas musicales de los colaboradores en un email y enviar los trabajos en mp4 al cliente por internet, en vez de en la clásica cinta VHS enviada por mensajería urgente a las tantas de la noche… toda una revolución para los nativos analógicos, esos que incluso conocimos la TV en blanco y negro y solo teníamos un par de canales para entretenernos los sábados por la tarde.

Lo que, a priori, puede parecer un hándicap, para nosotros ha supuesto una gran oportunidad, ya que conociendo de primera mano ambas etapas, podemos quedarnos con lo mejor de cada una y adaptarlo a nuestras necesidades actuales. No es Analógico versus Digital, es una sinergia entre lenguajes y modos de trabajar distintos, pero no incompatibles.

Por eso nos gustaría compartir con vosotros algunas reflexiones sobre las cosas con las que nosotros nos quedaríamos de cada uno y con cuales no, y como este tema da mucho de sí, lo repartiremos en varias entradas del blog.

Antes que nada, hay que aclarar que estas reflexiones son fruto de nuestra propia experiencia en pequeñas productoras del ámbito de la comunicación audiovisual de empresa (corporativa/formativa/divulgativa), un ámbito bastante más modesto, presupuestariamente hablando, que el de las grandes producciones de tv o publicidad, por lo que es posible que algunos datos no sean extrapolables a todos los ámbitos y niveles de nuestra profesión.

La «democratización» de la producción en video

La primera cosa con la que nos quedamos del analógico es con el mimo, con esa “artesanía” que hacía de cada proyecto un producto único y altamente profesional. Una planificación estudiada, una iluminación impecable, equipamiento broadcast, una postproducción cuidada, figuración profesional… Para una empresa, disponer de un vídeo corporativo suponía una inversión importante, pero también una diferenciación de la competencia y un cierto status en un entorno poco saturado de contenidos audiovisuales y mucho más profesionalizado. Como desventaja, esa exclusividad, hacía de una producción audiovisual un lujo al alcance solo de unos pocos.

El entorno digital ha cambiado totalmente la situación, haciendo accesible este servicio a casi todo el mundo, lo cual es una magnífica noticia para los profesionales y para las empresas, ya que podemos llegar a muchos más clientes y a costes más asequibles. Pero en contraposición, ha hecho del “todo vale“ una triste consigna en la que prima la rapidez sobre la calidad, ha masificado y saturado la red de contenidos, a menudo de escasa calidad e interés y la cualificación de los “profesionales” ha mermado de forma alarmante.

Eso no implica que no haya profesionales con una gran cualificación y talento en nuestro mercado audiovisual, los hay y muchos… pero también existe un gran intrusismo, que adolece de formación específica, de cultura audiovisual y de amor por las historias bien contadas. Trastear en el Premiere, grabar con un Smartphone en 4K o retocar las fotos con los filtros de Instagram, no es suficiente para considerarse realizador, operador de cámara, técnico de sonido, fotógrafo o postproductor.

Del analógico nos quedamos también con la exigüidad de recursos tecnológicos que te obligaba a tirar de creatividad e imaginación para contar buenas historias con pocos recursos y menos presupuesto. Parafraseando a mi profesor de producción en la universidad: “Donde no hay medios, hay imaginación”, ese era el lema de muchas pequeñas productoras que no nos dedicábamos a la producción televisiva o a la publicidad, verdadera gallina de los huevos de oro en los 80 y 90.

De los soportes físicos a la distribución on line

El mundo digital nos ha facilitado enormemente nuestro trabajo, no solo poniendo a nuestra disposición multitud de herramientas y recursos antaño impensables, sino también rompiendo las barreras físicas a través del trabajo online, ganando en inmediatez, abaratando los costes de producción y de logística e incrementando notoriamente la calidad técnica de la imagen y el sonido.

Internet ha democratizado la Comunicación, creando de forma ininterrumpida nuevos canales de difusión, nuevos formatos y nuevos lenguajes para llegar al mayor público posible.

Pero lo digital también tiene sus “peros”. La saturación de contenidos audiovisuales en la red y el ritmo frenético al que se consumen, implica que, en muchas ocasiones se haya perdido ese “afán” por un trabajo cuidado, en favor de una producción rápida, impactante y novedosa que colgar en las redes sociales en el menor lapso de tiempo posible. Dentro de una hora es tarde, mañana está obsoleto.

Esa masificación de contenidos, junto con una mayor oferta y variedad de dispositivos donde consumirlos, también implica la necesidad de estar innovando continuamente, no es fácil ya sorprender y epatar a un público hiperestimulado y cada vez más enganchado a la red, un auténtico reto (y quebradero de cabeza) para los profesionales del marketing y comunicación, que debemos estar en permanente formación para no perder el tren.

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